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Juana Cata Romero
 

Juana Catalina Romero (*Tehuantepec, Oaxaca, 27 de noviembre de 1837, † Ciudad de México, Distrito Federal, 19 de octubre de 1915) fue una aristócrata oaxaqueña de origen zapoteco, quien toda su vida fue relacionada con el presidente de México Porfirio Díaz.

Aprendió a leer y a escribir a una edad tardía. Cuando Porfirio Díaz llegó al Istmo de Tehuantepec en 1859, durante la Guerra de Reforma, conoció a Díaz en el billar, y de ahí iniciaron una relación que culminó únicamente con el destierro de Díaz en 1911. Se dice que Juana Catalina Romero impulsó el progreso de la región de Tehuantepec, y por eso hoy en día es considerada la heroína del pueblo. Murió de cáncer.

Se sabe que doña Juana Catalina Romero no fue india zapoteca pura, sino mestiza, hija de madre zapoteca, llamada María Clara, y de un hombre que descendía de la familia criolla del militar español Juan Andrés Romero.

A la edad de 19 años, conoció a los dos hombres de su vida: el comandante liberal Porfirio Díaz Mori y el cabo Remigio Toledo, militar tehuano de San Blas, quien años más tarde se pasó a las filas del conservadurismo y del imperialismo francés.

El apoyo de doña Juana Catalina a Porfirio Díaz consistió en préstamos o donaciones financieras para pagar la soldada de las escasas tropas liberales y una eficiente labor de espionaje en el campo militar de los "patricios", los conservadores del lugar.

Era una mujer analfabeta pero de condición trabajadora, como pocas mujeres en la actualidad. Un día, cuando se enteró de que aquel soldado a quien había salvado de la muerte era el hombre más poderoso de México, empacó y se lanzó a visitarlo.

Don Porfirio, quien ya era presidente de la república mexicana, no dudó en recibirla y cumplió así sus pedimentos. La historia confirma que gracias a ella llegaron a México los primeros hermanos de la Orden Marista venidos de España en un barco de vapor.

Don Porfirio, como agradecimiento, simpatía y amistad, le mandó edificar en el centro del Istmo de Tehuantepec un palacete con 6 habitaciones, jardines, salón principal, cocina amplia, antecomedor, un comedor para 25 personas y caballerizas al fondo de la propiedad, todo debidamente decorado con muebles traídos de Francia, vajillas de cristal florentino y porcelana checoslovaca. También le atravesó, entre otras cosas, la vía férrea por la ciudad y en esa casa única en todo el estado era una parada oficial que este hombre realizaba durante sus visitas presidenciales.

Pocas mujeres podrán darse el lujo de tener un amigo especial como ella lo sostenía. Sin embargo, Juana Catalina era una mujer que consiguió mucho beneficio para su pueblo y para la república mexicana; tal vez sea eso lo que aplacó un poco la chismería, y nadie se atrevió en su momento a despotricar sobre aquella pareja que, públicamente, nunca se arrancaron la máscara ni descararon sus posibles amoríos para ser comidos por la sociedad.

Con la Guerra de Reforma, Tehuantepec tuvo privilegios de participación y heroicidad, así como las poblaciones aledañas con habitantes de la misma etnia ya mestizos y castizos, quienes obtuvieron beneficios diversos como la educación, la industria y la llegada del ferrocarril a través de la intervención de doña Juana C. Romero.

Los gobiernos municipales de esta población y Estatal de Oaxaca, este último por conducto del Instituto Oaxaqueño de las Culturas (IOC), negocian adquirir dicha residencia con los herederos de doña Juana Cata. Una vez concretada esta compra, el inmueble se destinará a la exhibición pública para que propios y extraños conozcan dicho monumento histórico.

El que fuera hogar de Juana Cata es un chalet francés construido en 1913, apenas dos años antes del fallecimiento de Juana Cata, una mansión réplica del Castillo de Chapultepec , situado en el Distrito Federal . El edificio, pieza arquitectónica de museo, contiene muebles, menajes, obras artísticas, artesanales y efectos personales de la Didjaza de alto valor histórico y cultural que merecen el conocimiento público.

Una de las razones para conservar y compartir públicamente la herencia histórica de Juana Cata es la reivindicación de su imagen de mujer libre, pasional, inteligente e industriosa, porque es el trasunto vivo de las tehuanas de hoy en día.

Por fundar escuelas, hospitales e iglesias, Tehuantepec la reconoce como su principal benefactora, y por eso en su parque principal se levanta una estatua que la recuerda con agradecimiento.

Su obra humanitaria ha trascendido a través del tiempo, de tal forma que es una mujer a la que hoy se recuerda como si aún viviera: "Juana Catalina Romero" es un ejemplo por siempre de los valores que sintetiza a la mujer zapoteca".


 

 

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